Homo sum et nihil humanum a me alieno puto

miércoles, 1 de agosto de 2007

Se fueron dos grandes del cine

Esta semana se han ido dos de los más grandes cineastas de la historia: Ingmar Bergman y Michelangelo Antonioni. Ambos realizaron un cine muy particular, difícil, extravagante. Ninguno está entre mis favoritos, pero no por ello quiero dejar de recordarlos, sobre todo al segundo, que es el que más conozco.
De Bergman sólo diré --dada mi ignorancia hacia su obra-- que, a pesar de que su nombre suele ir relacionado con el tedio (quizá por realizar películas con un tempo demasiado lento), mi experiencia personal hacia su cine ha sido positiva. La famosa El séptimo sello me resultó muy interesante y nada cansina. Es un autor que gusta del recurso a las metáforas visuales con un marcado carácter introspectivo.

Por su parte, Michelangelo Antonioni, formado en el neorrealismo, su cine es deudor de las inquietudes de esta corriente (propia de las décadas de 1940, 50 y 60). Ésta, nacida del seno de la activa izquierda intelectual italiana, pretendía acercarse a la calle, a la vida diaria de la gente común,. del pueblo llano, del barrio y reivindicar las cuitas de esos hombres y mujeres anónimos que también hacían historia cotidianamente. El neorrelismo tuvo un gran seguimiento en la literatura. Fueron muchos los escritores partícipes del compromiso neorrealista para con el pueblo: Elio Vittorini, Cesare Pavese, Carlo Levi, Pier Paolo Pasolini, Vasco Pratolini, Alberto Moravia y un largo etcétera. En el campo cinematográfico destacaron Vittorio de Sica (con su tremendo Ladri di biciclette) y Roberto Rossellini.

Antonioni --como Fellini-- comenzó a principios de los 40, colaborando con Rossellini, para pronto pasar a dirigir su primer cortometraje, Gente del Po, cuyo título no deja dudas acerca de su inclinación neorrealista. Será, sin embargo, en la primera mitad de los años 60 cuando creará sus más logradas y representativas obras: L'avventura (1960), La notte (1961), L'eclisse (1962) y Deserto rosso (1964). Las tres primeras forman una trilogía, cuyo hilo conductor (la incomunicabilità y la insatisfacción) es llevado al extremo en el Deserto rosso.

En todas estas películas Antonioni plasmó su obsesión por los personajes hastiados, desilusionados por la vida y sin rumbo, embargados por un desasosiego y una insatisfacción existenciales. Era lo que el propio autor denominó como la incomunicabilità.

Yo he tenido la oportunidad de ver La notte y Deserto rosso, además de un documental sobre su cine donde se analizaba L'avventura. En esas películas se reproduce un esquema similar: una protagonista femenina ( muchas veces Monica Vitti, musa de Antonioni) encarna el modelo de incomunicabilità, insatisfecha con su vida, angustiada y perdida, siempre acompañada de una pareja formal (como en L'avventura y La notte) u ocasional (como en Deserto rosso). Esa incomunicabilità --resaltada con el detenimiento de la cámara en gestos y miradas fugaces y en silencios-- se presenta en diferentes circunstancias, con final diverso.

L'avventura presenta a un hombre y una mujer unidos por amor surgido a raíz de la tragedia de otro ser humano: la novia de él, desparecida durante un crucero. Ambos la buscan en vano, manteniéndose en ese propósito como pretexto de lo que en realidad es un viaje de amor. Empero, éste los llevará a su autodestrucción, perdiéndose la psibilidad de dar continuidad a la relación.

En La notte, un matrimonio formado por Jeanne Moureau y Marcello Mastroianni pasa por un crisi fruto de un distanciamiento cada vez mayor. Ella se muestra confusa, insatisfecha, aburrida de todo, ausente. Él, ocupado en su último libro. Una de las primeras escenas muesta su incomunicación: tras ir a ver al hospital a un amigo moribundo, no se dicen nada, a pesar de estar ambos profundamente afectados. La ruptura parece inminente en una fiesta de la alta burguesía a la que son invitados. Los dos sienten tentados de entregarse a otro hombre y otra mujer, respectivamente. Pero al final, tras un apagón, acaban encontrándose y, por la mañana, en un caminar sin rumbo, se reconcilian. Pero el desasosiego ya ha atrapado al espectador, por entonces.

La historia del Deserto rosso es más enrevesada, más rara. En ella, Antonioni lleva a un extremo la incomunicabilità y pone al personaje femenino protagonista (encarnado por Monica Vitti) al borde del precipicio. Es una joven madre de clase alta que es la pura insatisfacción, sufriendo problemas mentales que intenta ocultar. Entonces aparecerá un hombre (Richard Harris) que se aprovechará de su situación. La película, repleta de escenas que dejan descolocado, plasma una angustia latente en la protagonista que deja mal cuerpo.

El cine de Antonioni, en su cumbre, fue, como se puede apreciar por lo antedicho, incómodo. La introspección en la incomunicabilità del ser humano es desasosegante; su reflejo de las relaciones humanas, oscuro.

Todo eso le hizo único, sin duda. Por eso hoy he querido recordarle junto a otro creador muy especial como Bergman. Sus obras no fueron sencillas, sino de una rareza atribuible a su genialidad y a sus derivas existenciales; y, sin duda dieron otros perfiles al séptimo arte.

In memoriam.