Homo sum et nihil humanum a me alieno puto

viernes, 1 de agosto de 2008

Dos héroes


En estos días he descubierto a un gran personaje histórico y he profundizado en otro que siempre he tenido en buena consideración. He subido a mis particulares altares de la memoria a dos nuevos héroes: Guillermo el Mariscal (1145?-1219) y don Juan de Austria (1547-1578).
La obra prosopográfica del gran Georges Duby Guillermo el Mariscal (Guillaume le Maréchal ou le melieur chevallier du monde) es magistral. A través de los retazos conocidos de la vida de Guillermo el Mariscal (sobre todo a través de un poema a él dedicado tras su muerte) muestra las claves que caracterizaron a la élite de la segunda mitad del siglo XII en Inglaterra y Francia: la vida, valores y aspiraciones de los caballeros andantes, las relaciones fuedovasalláticas, la política de los reyes ingleses, el papel de la mujer, la puesta en escena de la muerte, etc. Así que he repasado de la mano de Duby parte de la esencia del pleno Medievo, además de conocer los hechos que hicieron del longevo Guillermo el mejor caballero, por su valentía, lealtad y capacidad (era el mejor en los torneos y en la batallas, y venció en Lincoln a avanzada edad), y que lo llevaron a gozar del favor de Enrique II Plantagenêt y de sus barones, obligando a Ricardo Corazón de Léon y a Juan Sin Tierra, que lo temían y le guardaban diversos rencores, a contar con él, siendo finalmente el tutor del aún niño Enrique III. La época en que vivió Guillermo el Mariscal es una de las más apasionantes: la corte de los Plantagenêt, las diputas territoriales entre los reyes de Inglaterra (como duques de Normandía) y los de Francia, las Cruzadas (Guillermo fue a Tierra Santa, de hecho), etc. Asimismo, he repasado con Duby las claves del mundo caballeresco que tanto me ha fascinado siempre. Tengo muchas ganas de ir a Londres a visitar su tumba en la iglesia del Temple.
En cuanto a don Juan de Austria, he leído una rigurosa biografía sobre su vida realizada por otro reconocido historiador, Bartolomé Bennassar, que me ha revelado el carácter carismático y audaz de don Juan y me ha confirmado sus grandes dotes militares. La victoria en Lepanto en 1571 fue, en verdad, la gran gesta militar de su tiempo, y no me extraña que alguien que participó en ella como Cervantes la calificase como “la más grande ocasión que vieron los tiempos”. Además, su labor militar anterior en las Alpujarras frente a los moriscos fue fundamental para aplacar el levantamiento de éstos, y su política en Flandes, en los úlitmos años de su vida, fue acertada, siendo repetuoso con los protestantes y las instituciones de esas tierras, pero también rápido a la hora de cortar cualquier desmán alentado por el traicionero Guillermo de Orange. La vida de don Juan fue fugaz, murió sin haber cumplido los 32 años, pero su fama fue ya muy grande mientras vivía, gracias a Lepanto, a su carácter amable y gentil, y a su ambición. Fue el Alejandro de la Edad Moderna, aunque le faltó haber accedido, como quería, a una corona real europea, deseo que, sin embargo, nunca hizo que se quebrara su lealtad hacia Felipe II. La época de don Juan es también apasionante: el auge del Imperio forjado por la Monarquía Hispánica, la guerra contra los turcos, las guerras de religión, las grandes acciones diplomáticas entre los Estados Modernos (España, Francia, la Serenísima República de Venecia, los Estados Pontificios…). Una época que tiene en España dos lugares señalados, entre otros: el monasterio de San Lorenzo del Escorial y el archivo de Simancas.