lunes, 31 de marzo de 2008
El jardín de los Finzi-Contini
La novela histórica
jueves, 27 de marzo de 2008
El lobo estepario
martes, 25 de marzo de 2008
Recordando a Claudio Rodríguez
Lo que antes era exacto ahora no encuentra
su sitio. No lo encuentra y es de día,
y va volado como desde lejos
el manantial, que suena a luz perdida.
Volado yo también a fuerza de hambres
cálidas, de mañanas inauditas,
he visto en el incienso de las cumbres
y en mi escritura blanca una alegría
dispersa de vigor. ¿Y aún no se yergue
todo para besar? ¿No se ilimitan
las estrellas para algo más hermoso
que un recaer oculto? Si la vida
me convocase en medio de mi cuerpo
como el claro entre pinos a la fría
respiración de luna, porque ahora
puedo, y ahora está allí... Pero no: brisas
de montaraz silencio, aligeradas
aves que se detienen y otra vez
su vuelo en equilibrio se anticipa.
Lo que antes era exacto, lo que antes
era sencillo: un grano que germina,
de pronto. Cómo nos avanza el solo
mes desde fuera. Huele a ti, te imita
la belleza, la noche a tus palabras
--tú sobre el friso de la amanecida.
¡Y que no pueda ver mi ciudad virgen
ni mi piedra molar sin golondrinas
oblicuas despertando la muralla
para saber que nada, nadie emigra!
Oh, plumas timoneras. Mordedura
de la celeridad, mal retenida
si el hacha canta al pájaro cercenes
de últimos bosques y la tierra misma
salta como los peces en verano.
Yo que pensaba en otras lejanías
desde mi niebla firme, que pensaba
no aparte de la cumbre, sino encima
de la ebriedad. Así... ¡me bastaría
ladear los cabellos, entreabrir
los ojos, recordarte en cualquier viña!
Rugoso corazón a todas horas
brotando aquí y allá como semilla,
óyelo bien: no tiemblo. Es la mirada,
es el agua que espera ser bebida.
El agua. Se entristece al contemplarse
desnuda y ya con marzo casi encinta.
De qué manera nos devuelve el eco
las nerviaciones de las hojas vivas,
la plenitud, el religioso humo,
el granizo en asalto de avenidas.
Algo hay que mantenr para los tiempos
mientras giren las ruecas idas. Idas.
Ah, nombradla. Ella dice, ella lo ha dicho.
¡Voz tanteando los labios, siendo cifra
de los ensueños! Ya no de esta bruma,
ya no de tardes timoneras, limpia
del inmortal desliz que va a su sitio
confundiendo el dolor aunque es de día.
viernes, 21 de marzo de 2008
Alfonso Guerra y el socialismo
martes, 11 de marzo de 2008
Vientos del pueblo
Vientos del pueblo
Vientos del pueblo me llevan,
vientos del pueblo me arrastran,
me esparcen el corazón
y me aventan la garganta.
Los bueyes doblan la frente,
impotentemente mansa,
delante de los castigos;
los leones la levantan
y al mismo tiempo castigan
con su poderosa zarpa.
No soy de un pueblo de bueyes,
que soy de un pueblo que embargan
yacimientos de leones,
desfiladeros de águilas
y cordilleras de toros
con el orgullo en el asta.
Nunca medraron los bueyes
en los páramos de España.
¿Quién habló de echar un yugo
sobre el cuello de esta raza?
¿Quién al huracán puso
jamás ni yugos ni trabas,
ni quién al rayo detuvo
prisionero en una jaula?
Asturianos de braveza,
vascos de piedra blindada,
valencianos de alegría
y castellanos de alma,
labrados como la tierra
y airosos como las alas;
andaluces de relámpagos,
nacidos entre guitarras
y forjados en los yunques
torrenciales de las lágrimas;
extremeños de centeno,
gallegos de lluvia y calma,
catalanes de firmeza,
aragoneses de casta,
murcianos de dinamita
frutalmente propagada,
leoneses, navarros, dueños
del hambre, el sudor y el hacha,
reyes de la minería,
señores de la labranza,
hombres que entre las raíces,
como raíces gallardas,
vais de la vida a la muerte,
vais de la nada a la nada:
yugos os quieren poner
gentes de la hierba mala.
yugos que habéis de dejar
rotos sobre sus espaldas.
Crepúsculo de los bueyes
está despuntando el alba.
Los bueyes mueren vestidos
de humildad y olor de cuadra:
las águilas, los leones
y los toros de arrogancia,
y detrás de ellos, el cielo
ni se enturbia ni se acaba.
La agonía de los bueyes
tiene pequeña la cara,
la del animal varón
toda la creación agranda.
Si me muero, que me muera
con la cabeza muy alta.
Muerto y veinte veces muerto,
la boca contra la grama,
tendré apretados los dientes
y decidida la barba.
Cantando espero a la muerte,
que hay ruiseñores que cantan
encima de los fusiles
y en medio de las batallas.