Homo sum et nihil humanum a me alieno puto

domingo, 27 de abril de 2008

Hacia una sociedad de la incomunicación

En la página de El poder de la palabra han escogido como texto de la semana, el siguiente fragmento de una obra del uruguayo Eduardo Galeano. Me ha parecido sumamente interesante y por eso lo he querido compartir con vosotros.


"El mundo nunca ha sido tan desigual económicamente ni tan igualizador en cambio en relación con las ideas y la moral. Hay una uniformidad obligatoria, hostil a la diversidad cultural del planeta. La nivelación cultural ni siquiera puede medirse. Los medios de comunicación de la era electrónica al servicio de la incomunicación humana están imponiendo la adoración unánime de los valores de la sociedad neoliberal. Jamás la tecnología de las comunicaciones estuvo perfeccionada; y sin embargo nuestro mundo se parece cada día más a un reino de mudos. La propiedad de los medios masivos se concentra más y más en pocas manos; los medios dominantes están controlados por un puñado de poderosos que tienen el poder para dirigirse al mayor número de ciudadanos a través del planeta. Nunca antes tantos hombres fueron mantenidos en la incomunicación por un grupo tan pequeño. El número de aquellos que tienen derecho a escuchar y a mirar no cesa de aumentar, mientras que se reduce vertiginosamente la cantidad de los que poseen el privilegio de informar, de expresarse, de crear. La dictadura única, impone en todas partes un mismo modo de vida, y confiere el título de ciudadano ejemplar al consumidor dócil, a escala planetaria, con arreglo a un modelo propuesto para la televisión comercial norteamericana. El ejemplo de la mayor televisión pública europea está muy lejos de haberse internacionalizado; en revancha, las cuatro esquinas del globo y la propia Europa, han resultado conquistadas por ese venenoso coctel de sangre, de Valium y de publicidad que caracteriza a la televisión privada de los Estados Unidos. En ese mismo mundo sin alma que nos presentan los medios como el único posible, los mercados han sustituido a los pueblos; los consumidores a los ciudadanos, las empresas a las naciones y a las ciudades. Las competencias comerciales a las relaciones humanas. Nunca antes la economía mundial fue tan poco democrática, y jamás el mundo más escandalosamente injusto. Las desigualdades, según las cifras de las Naciones Unidas y el Banco Mundial, se han duplicado. Ese mundo de finales de siglo, paradisíaco para algunos e infernal para la mayoría está marcado con hierro rojo por una paradoja. En primer lugar, la economía mundial necesita un mercado en perpetua expansión para que las tasas de beneficio no se desplomen. Al propio tiempo precisa, por idénticas razones, de brazos que trabajen a precios de miseria en los países del Sur y del Este. Segunda paradoja, corolario de la primera: el Norte dicta, de manera cada vez más autoritaria, órdenes a esos países del Sur y del Este para que importen y consuman más, pero lo que en ellos se multiplica son las mafias, la corrupción y la inseguridad. Las neo-sociedades de consumo emiten mensajes de muerte. La varita mágica de los créditos, la deuda externa que se hincha hasta la explosión permite procurar nuevos productos inútiles a la mayoría de los consumidores. La televisión se encarga de transformar en necesidades reales las demandas artificiales que el Norte inventa sin cesar y que expande exitosamente en todo el mundo. Incluso, en las heladas aguas del mercado, los náufragos son más numerosos que los que disfrutan de la travesía."



Eduardo Galeano, Hacia una sociedad de la incomunicación.

domingo, 20 de abril de 2008

(Desposesión)

Miras y sabes. Ya no sabes nada.
Ya no miras: tus ojos están ciegos.
Oscura sombra mineral de fuegos
de Muerte. Oscura sombra sobre nada.

Existes tú, no existes. Nada es nada.
El mar desde la mar -¡oh, monasterio
funeral!- tañe acordes del salterio
tuyo, y tú ya no ves. ¿La vida? Nada

existe. Y tú no sabes. Y tú miras
el mar, la mar oscura, oscuras liras
de soledad, de soledad... Ya es tarde

para vivir, para vivir. No tienes
nada, no tienes nada... ¿Luz sostienes?
En silo de templanza arde la tarde.


Arcadio López-Casanova. La oscura potestad (Premio Adonais 1978)-

A Rosario "la dinamitera"

Rosario Sánchez, apodada "la dinamitera" (la dinamita la dejó sin una mano), uno de los símbolos de la valiente resistencia española al fascismo, falleció hace unos días. Qué mejor homenaje que recordar aquí los versos que le dedicó el gran Miguel Hernández.
Rosario, dinamitera
Rosario, dinamitera,
sobre tu mano bonita
celaba la dinamita
sus atributos de fiera.
Nadie al mirarla creyera
que había en su corazón
una deseperación,
de cristales, de metralla
ansiosa de una batalla,
sedienta de una explosión.
Era tu mano derecha,
capaz de fundir leones,
la flor de las municiones
y el anhelo de la mecha.
Rosario, buena cosecha,
alta como un campanario,
sembrabras as adversario
de dinamita furiosa
y era tu mano una rosa
enfurecida, Rosario.
Buitrago ha sido testigo
de la condición de rayo
de las hazañas que callo
y de la mano que digo.
¡Bien conoció el enemigo
la mano de esta doncella,
que hoy no es mano porque de ella,
que ni un solo dedo agita,
se prendó la dinamita
y la convirtió en estrella!
Rosario, dinamitera,
puedes ser varón y eres
la nata de las mujeres,
la espuma de la trinchera.
Digna como una bandera
de triunfos y resplandoress
dinamiteros pastores,
vedla agitando su aliento
y dad las bombas al viento
del alma de los traidores.
Miguel Hernández. "Rosario, dinamitera", Viento del pueblo.

sábado, 19 de abril de 2008

La "coña" española


El pasado miércoles se proyectó, en la primera sesión del ciclo de cine del colegio mayor, La vaquilla, una de las mejores películas de Berlanga (con colaboración en el guión del genial Rafael Azcona, recientemente fallecido). Esta comedia es, a mi parcer, una de las joyas del cine español y volver a verla me hizo pensar en qué ha pasado en España con el séptimo arte y, por otro lado, con la propio forma de ser de los españoles.

La primera cuestión se la planteé al conferenciente que vino a comentar la película, el cercano profesor de Historia del Cine Folgar de la Calle, experto en Berlanga. Folgar me expuso con razón que esa línea de cine cómico de Berlanga acerca de la guerra y del franquismo (véase La escopeta nacional, también estupenda, con un gran José Sazatornil) tuvo su momento, cuando todavía estaban frescas esas vivencias en el imaginario de los espectadores, y todo el mundo entendía determinados guiños. Evidentemente no podía triunfar siempre. Sin embargo, yo me sigo partiendo de risa con la buena "coña" española que tanto impregna estas películas y por ello me pregunto qué ha cambiado en los espectadores y en los cineastas españoles para que ya no se le dedique atención a esa forma de ser tan nuestra, tan mediterránea al cabo.

Los pueblos mediterráneos, del Mediodía de Europa, tenemos una forma similar de ver las cosas, de entender la vida. Y la "coña" es parte importante de ese posicionamiento vital; sobre todo del pueblo llano,que siempre ha encontrado en ella una vía de escape que ayudase a sobrellevar los esfuerzos y penurias diarios. Una "coña" que también fue instrumento de denuncia de los crímenes de la dictadura franquista.

Esa "coña" no se ha perdido, es intrínseca a nuestro carácter. Pero se echa en falta en muchas ocasiones. Por ejemplo, en el cine actual español, que -como también parte de la literatura- parece sometido a los dictados de un absurdo y snob postmodernismo, o bien entregado a lo grosero, lo truculento, etc. Quizá la clave esté en volver a tener al cine europeo de calidad, de ideas y heredero de los grandes cineastas de los 50 y 6, como referencia, abandonando la "vía Hollywood" (en EE.UU hace tiempo que parecen haber renunciado al cine con mensaje, salvo excepciones). ¡Pero por desgracia el capital es implacable!

miércoles, 2 de abril de 2008

Hoy hace un espléndido día primaveral: cielo límpido, luminoso,de esos que a mí me dan la vida y renuevan la esperanza. Un día perfecto para releer a Claudio Rodríguez. A pesar de ya haber hablado de este gran poeta en el blog hace poco, no me resisto a publicar aquí otro de sus poemas (uno de los mejores de su trayectoria): aquél con el que comienza su Don de la ebriedad.

Siempre la claridad viene del cielo;
es un don: no se halla entre las cosas,
sino muy por encima, y las ocupa
haciendo de ello vida y labor propias.
Así amanece el día; así la noche
cierra el gran aposento de sus sombras.
Y esto es un don. ¿Quién hace menos creados
cada vez a los seres? ¿Qué alta bóveda
los contiene en su amor? ¡Si ya nos llega
y es pronto aún, ya llega a la redonda
a la manera de los vuelos tuyos
y se cierne, y se aleja, y aún remota,
nada hay tan claro como sus impulsos!.
Oh, claridad sedienta de una forma,
de una materia para deslumbrarla
quemándose a sí misma al cumplir su obra.
Como yo, como todo lo que espera.
Si tú la luz te la has llevado toda,
¿cómo voy a esperar nada del alba?
Y, sin embargo -esto es un don-, mi boca
espera, y mi alma espera, y tú me esperas,
ebria persecución, claridad sola,
mortal como el abrazo de las hoces,
pero abrazo hasta el fin que nunca afloja.