Homo sum et nihil humanum a me alieno puto

viernes, 21 de mayo de 2010

Uno de los Sonetos a Orfeo, de Rilke.


Un dios lo puede. Pero dime, ¿cómo

podrá seguirlo un hombre por la angosta lira?.

Su espíritu es discordia. En el cruce de caminos

del corazón no se alza templo alguno para Apolo.


El canto, como tú lo enseñas, no es anhelo,

ni tampoco es rogar por algo que al final se alcanza;

el canto es existencia. Fácil para un dios,

pero nosotros, ¿cuándo somos?¿Y cuándo


dedicará él a nuestro ser la tierra y las estrellas?

Esto no es tu amor, muchacho, y aunque

la voz te obligue a abrir la boca,


aprende a olvidar que tú cantaste. Eso es pasajero.

El canto es, en verdad, un aliento diferente.

Un hálito por nada. Un soplo en Dios. Un viento.




Rainer Maria Rilke. Sonetos a Orfeo, III.

domingo, 9 de mayo de 2010

Sin leyes, de Claudio Rodríguez.

SIN LEYES

Ya cantan los gallos,
amor mío. Vete:
cata que amanece.

Anónimo.
En esta cama donde el sueño es llanto,
no de reposo, sino de jornada,
nos ha llegado la alta noche. ¿El cuerpo
es la pregunta o la respuesta a tanta
dicha insegura? Tos pequeña y seca,
pulso que viene fresco ya y apaga
la vieja ceremonia de la carme
mientras no quedan gestos ni palabras
para volver a interpretar la escena
como noveles. Te amo. Es la hora mala
de la cruel cortesía. Tan presente
te tengo siempre que mi cuerpo acaba
en tu cuerpo moreno por el que una
vez más me pierdo, por el que mañana
me perderé. Como una guerra sin
héroes, como una paz sin alianzas,
ha pasado la noche. Y yo te amo.
Busco despojos, busco una medalla
rota, un trofeo vivo de este tiempo
que nos quieren robar. Estás cansada
y yo te amo. Es la hora. ¿Nuestra carne
será la recompensa, la metralla
que justifique tanta lucha pura
sin vencedores ni vencidos? Calla,
que yo te amo. Es la hora. Entra ya un trémulo
albor. Nunca la luz fue tan temprana.
Claudio Rodríguez, "Sin leyes", Alianza y condena (1965).