Un dios lo puede. Pero dime, ¿cómo
podrá seguirlo un hombre por la angosta lira?.
Su espíritu es discordia. En el cruce de caminos
del corazón no se alza templo alguno para Apolo.
El canto, como tú lo enseñas, no es anhelo,
ni tampoco es rogar por algo que al final se alcanza;
el canto es existencia. Fácil para un dios,
pero nosotros, ¿cuándo somos?¿Y cuándo
dedicará él a nuestro ser la tierra y las estrellas?
Esto no es tu amor, muchacho, y aunque
la voz te obligue a abrir la boca,
aprende a olvidar que tú cantaste. Eso es pasajero.
El canto es, en verdad, un aliento diferente.
Un hálito por nada. Un soplo en Dios. Un viento.
Rainer Maria Rilke. Sonetos a Orfeo, III.