Homo sum et nihil humanum a me alieno puto

miércoles, 31 de marzo de 2010

Fragmento de La peste, de A. Camus.

"La intención del narrador no es, sin embargo, dar a estas formaciones sanitarias más importancia de la que tuvieron. De hallarse en su lugar, es seguro que muchos cederían hoy a la tentación de exagerar su papel. Pero el narrador está casi tentado de creer que, dando demasiada importancia a las acciones hermosas, se acaba rindiendo un homenaje indirecto, pero eficaz, al mal. Pues entonces se permite suponer que, si esas buenas acciones no tienen precio, es porque son raras y porque la maldad y la indiferencia son más frecuentes en los actos de los hombres. Es un parecer que el narrador no comparte. El mal que hay en el mundo proviene casi siempre de la ignorancia y la buena voluntad puede hacer tantos estragos como la maldad, si no es iluminada. Los hombres son, más bien, buenos que malos, y, ciertamente, la cuestión no está ahí. Pero ignoran más o menos, y eso es lo que se llama virtud o vicio, siendo el vicio más desesperante el de la ignorancia que cree saber todo y se estima entonces autorizada para matar. El alma del criminal es ciega y no hay verdadera bondad ni amor hermoso sin toda la clarividencia posible."
Albert Camus, La peste (1947).

lunes, 29 de marzo de 2010

Universal Camus



Suele decirse que el tiempo, la historia, pone a cada uno en su lugar. Como historiador, me gusta pensar en que esa afirmación es cierta, pero tampoco puedo abandonar cierto escepticismo, al menos acerca de la justicia que entraña un reconocimiento o una condena póstumos. Sea como fuere, no es labor del historiador juzgar, sino comprender. Y yo, como humanista, gusto del recuerdo de los grandes hombres.


Hoy quiero recordar a uno de mis grandes referentes, Albert Camus, quien es un buen ejemplo de lo antedicho: Cuando falleció hace cincuenta años en un fatídico accidente de tráfico, vivía simultáneamente en el mayor reconocimiento de su vida y también en la mayor imcomprensión y desprecio por parte de quienes menos hubiera podido imaginar. En efecto, había recibido el Premio Nobel de Literatura en 1957 (un premio que él no creía merecer, pareciéndole más idóneo que hubiese sido para Malraux), pero también había sido vilipendiado por su "amigo" Jean-Paul Sartre en la crítica de éste hacia su L'Homme révolté, en donde Camus mostraba el error cometido por determinados sectores de la izquierda de legitimar los medios por el fin y, en concreto, la violencia como medio para alcanzar los fines revolucionarios (habiendo apartado la vista ante los crímenes stalinistas, por ejemplo).


Sartre (que con gran mezquindad escribió en su artículo que "este autor [Camus], quien al parecer pudo haber conocido la miseria", sabiendo perfectamente la extracción humilde de su amigo) sacó todo su resentimiento hacia quien le había dado su amistad e introducido en los ambientes intelectuales de la Francia de posguerra; hacia quien se había significado en la lucha antifascista durante la ocupación alemana mientras él vivía en una cómoda tibieza. La verdad nunca es recibida de buen grado por aquéllos a quienes contradice.


Pasados cincuenta años contamos con la suficiente perspectiva para observar la talla (sobre todo ética, la verdaderamente importante) de Sartre y Camus. Tras el 68, la figura de Sartre ha ido diluyéndose; es un personaje importante, pero de un momento concreto y del que cada vez se descubren más sombras. En cambio, la figura de Camus se ha mantenido vigente.


La universalidad de Camus, de la obra de Camus, esta fuera de toda duda. Su posicionamiento ético, sus valores, son hoy en día una luz poderosa, una guía única que seguir en este mundo occidental caído en los peligros de la molicie y el relativismo. Para Camus, la dignidad del ser humano era el pilar irrenunciable sobre el que el individuo y la sociedad debían construirse. Fue un profundo humanista y un hombre en continua interrogación íntima, coherente y honesto consigo mismo y los demás. Camus sabía que el respeto por los demás comienza por el respeto hacia uno mismo, y podría haber suscrito ese verso de José Agustín Goytisolo que dice "tu dignidad es la de todos" (en "Palabras para Julia"). Camus amaba la vida (El revés y el derecho, ensayo primerizo del que dijo que si no volvía a escribir algo así significaría que no había conseguido nada, es un tierno y luminoso canto a la vida) y reflexionó magistralmente acerca de su sentido y el absurdo que rodeaba al hombre en el mundo. El mito de Sísifo, El extranjero (ambas de 1942), La peste, Calígula... demuestran la genialidad de Camus tanto en el ensayo como en la narrativa y el teatro. El estilo que como escritor plasma en sus novelas es exquisito, fresco y dinámico, con un gusto exacto para las descripciones. Muchos pasajes de sus obras son justamente famosos dadas su profundidad reflexiva y su clara y bella expresión. El comienzo de El extranjero, por ejemplo, es inolvidable: "Aujourd'hui, maman est morte. Ou peut-être hier, je ne sais pas" ("Hoy, mamá ha muerto. O tal vez ayer, no sé").


Por todo ello admiro a Camus. Leerlo nos hace mejores.




martes, 16 de marzo de 2010

'Ma solitude', Georges Moustaki (1966).





Pour avoir si souvent dormi
Avec ma solitude
Je m'en suis fait presqu'une amie
Une douce habitude
Ell' ne me quitte pas d'un pas
Fidèle comme une ombre
Elle m'a suivi ça et là
Aux quatre coins du monde

Non, je ne suis jamais seul
Avec ma solitude

Quand elle est au creux de mon lit
Elle prend toute la place
Et nous passons de longues nuits
Tous les deux face à face
Je ne sais vraiment pas jusqu'où
Ira cette complice
Faudra-t-il que j'y prenne goût
Ou que je réagisse?

Non, je ne suis jamais seul
Avec ma solitude

Par elle, j'ai autant appris
Que j'ai versé de larmes
Si parfois je la répudie
Jamais elle ne désarme
Et si je préfère l'amour
D'une autre courtisane
Elle sera à mon dernier jour
Ma dernière compagne

Non, je ne suis jamais seul
Avec ma solitude
Non, je ne suis jamais seul
Avec ma solitude

lunes, 15 de marzo de 2010

"Creemos los nombres" (en recuerdo de Miguel Delibes)

En mi particular homenaje al gran Miguel Delibes he escogido un poema de Juan Ramón Jiménez, el cual me ha venido in mente, de forma inmediata, al pensar que gracias a Delibes se conservará para siempre un determinado vocabulario propio de la Castilla tradicional y popular (y, en concreto, de su mundo rural), ajeno a cualquier evolución de la lengua española y de su uso.
En el poema juanramoniano se destaca la relevancia de "crear los nombres", esto es, de nombrar lo que nos rodea, y de la labor de fijación llevada a cabo por el escritor (en su caso del poeta, en el de Delibes, del novelista). Todo pasa, excepto la palabra escrita. Ya lo decían los latinos: "verba volant, scripta manent". Así pues, a Delibes deberemos siempre, entre otras cosas, que el lenguaje de su tierra castellana perviva. Y, por ello, en su recuerdo cito:

"Creemos los nombres.

Derivarán los hombres.
Luego, derivarán las cosas.
Y sólo quedará el mundo de los nombres,
letra del amor de los hombres,
del olor de las rosas.

Del amor y de las rosas,
no ha de quedar sino los nombres.
¡Creemos los nombres!"

(Juan Ramón Jiménez, Poemas impersonales, 1911).