Homo sum et nihil humanum a me alieno puto

sábado, 27 de junio de 2009

El Gatopardo


Hay pocas satisfacciones como la del descubrimiento y lectura sosegada de un clásico y la paralela comprensión de su universalidad. El buen lector alcanza, entonces, un estado de plenitud. Así me hallé yo durante la lectura de una novela que hacía tiempo que quería leer, pero para la que esperaba el momento idóneo. Estoy hablando de El Gatopardo (Il Gattopardo), capolavoro de Giuseppe Tomasi di Lampedusa (1896-1957) y una de las obras maestras de la literatura del siglo XX. Así que no me he resistido a comentar algunos aspectos de ella.

En primer lugar, hay que desterrar totalmente el recuerdo que se tenga de la adaptación cinematográfica realizada por Luchino Visconti en 1963: acertada en el reparto (Burt Lancaster es la viva imagen del príncipe de Salina), la película resulta, por lo demás, lenta, larga y muy superficial. Cuando se habla de El Gatopardo se suele pensar en el film, traspasándose la opinión habida de una a otra, en un acto de suma injusticia.

El Gatopardo es la historia del fin de una época, de los restos del poder aristocrático y feudal en Sicilia y de los modos de vida y claves que lo regían y su fin con el proceso de unificación italiana que conllevó el triunfo de los liberalismos y, en concreto, el ascenso de la burguesía, con sus nuevas reglas.
Ese fin de una época --presentado con ironía y nostalgia a un tiempo por Lampedusa, centrándose en el devenir de una familia noble, los Salina, y, sobre todo, en su cabeza, el príncipe don Fabrizio (trasunto de su bisabuelo)-- es el marco tomado por el autor para realizar, a través de don Fabrizio, un conjunto magistral de reflexiones acerca del sentir de la aristocracia, pero asimismo (y sobre todo), acerca de la condición humana y del ser siciliano. Véase cuando al final del capítulo 4 don Fabrizio le explica a Chevalley (enviado del reino del Piamonte a Sicilia para convencer al príncipe de que acepte ser senador) que los sicilianos no gustan de los cambios, sino que quieren mantenerse en un inmóvil sueño de perfección, inmune a las influencias de todos los pueblos que les han gobernador durante su historia. Don Fabrizio, además, está moralmente comprometido con el viejo régimen, a pesar de aceptar el nuevo para sobrevivir a él sin sobresaltos. El príncipe de Salina toma como válido el lema de su querido sobrino Tancredi: "Para que todo siga igual es preciso que todo cambie"; los Salina serían siempre los Salina, aunque Tancredi se case con la bella hija del despreciable y codicioso, pero rico burgués, don Calogero. Y, sin embargo, don Fabrizio comprenderá, antes de morir, que se había equivocado y que su mundo había desaparecido, ante su intencionada pasividad. Como noble, el príncipe de Salina., encarnación del Gatopardo, símbolo heráldico de su familia, aunque inteligente, orgulloso y seductor, había vivido toda su vida sólo para sí mismo.

La prosa de Lampedusa está llena de lirismo y elegancia (tanto que tengo ganas de leerla en italiano), sin duda deudores de sus muchas lecturas de los autores franceses del XIX, como Stendhal. Ello, unido a su capacidad recreadora, a su penetración psicológica en los personajes y a su agudeza reflexiva, hacen, a mi juicio, de El Gatopardo una obra maestra que, a pesar de estar reconocida, pienso que hoy ha vuelto a ser un tanto relegada. Yo mismo, aun habiendo leído grandes alabanzas de la novela, me sorprendí gratamente con la frescura de su estilo y desarrollo, y desde el comienzo de su lectura me fascinó. El Gatopardo está entre mis obras imprescindibles, y me reafirma en la idea de que es en la literatura italiana del siglo XX en la que más a gusto me encuentro al hallar en ella un mundo muy cercano y unos vínculos muy fuertes con mi forma de entender la vida y la literatura.

¡Y pensar que esta obra fue rechazada en su momento por las más importantes editoriales italianas y que sólo el fino gusto de Giorgio Bassani y su determinación de que se publicase pudieron hacerla ver la luz, con la colaboración del editor Feltrinelli!. Es una lástima que Lampedusa no llegara a ver su gan obra publicada, al morir en 1957, un año antes de que esto sucediese.

jueves, 25 de junio de 2009


¡¡¡Una limonada en el Café Orquídea cumple hoy dos años y un mes, gozando de buena salud gracias no asólo a mí, su blogero, sino a todos vostros, estimados lectores, conocidos o anónimos, comentadores o silenciosos!!!.