Homo sum et nihil humanum a me alieno puto

miércoles, 2 de abril de 2008

Hoy hace un espléndido día primaveral: cielo límpido, luminoso,de esos que a mí me dan la vida y renuevan la esperanza. Un día perfecto para releer a Claudio Rodríguez. A pesar de ya haber hablado de este gran poeta en el blog hace poco, no me resisto a publicar aquí otro de sus poemas (uno de los mejores de su trayectoria): aquél con el que comienza su Don de la ebriedad.

Siempre la claridad viene del cielo;
es un don: no se halla entre las cosas,
sino muy por encima, y las ocupa
haciendo de ello vida y labor propias.
Así amanece el día; así la noche
cierra el gran aposento de sus sombras.
Y esto es un don. ¿Quién hace menos creados
cada vez a los seres? ¿Qué alta bóveda
los contiene en su amor? ¡Si ya nos llega
y es pronto aún, ya llega a la redonda
a la manera de los vuelos tuyos
y se cierne, y se aleja, y aún remota,
nada hay tan claro como sus impulsos!.
Oh, claridad sedienta de una forma,
de una materia para deslumbrarla
quemándose a sí misma al cumplir su obra.
Como yo, como todo lo que espera.
Si tú la luz te la has llevado toda,
¿cómo voy a esperar nada del alba?
Y, sin embargo -esto es un don-, mi boca
espera, y mi alma espera, y tú me esperas,
ebria persecución, claridad sola,
mortal como el abrazo de las hoces,
pero abrazo hasta el fin que nunca afloja.

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