Homo sum et nihil humanum a me alieno puto

lunes, 29 de marzo de 2010

Universal Camus



Suele decirse que el tiempo, la historia, pone a cada uno en su lugar. Como historiador, me gusta pensar en que esa afirmación es cierta, pero tampoco puedo abandonar cierto escepticismo, al menos acerca de la justicia que entraña un reconocimiento o una condena póstumos. Sea como fuere, no es labor del historiador juzgar, sino comprender. Y yo, como humanista, gusto del recuerdo de los grandes hombres.


Hoy quiero recordar a uno de mis grandes referentes, Albert Camus, quien es un buen ejemplo de lo antedicho: Cuando falleció hace cincuenta años en un fatídico accidente de tráfico, vivía simultáneamente en el mayor reconocimiento de su vida y también en la mayor imcomprensión y desprecio por parte de quienes menos hubiera podido imaginar. En efecto, había recibido el Premio Nobel de Literatura en 1957 (un premio que él no creía merecer, pareciéndole más idóneo que hubiese sido para Malraux), pero también había sido vilipendiado por su "amigo" Jean-Paul Sartre en la crítica de éste hacia su L'Homme révolté, en donde Camus mostraba el error cometido por determinados sectores de la izquierda de legitimar los medios por el fin y, en concreto, la violencia como medio para alcanzar los fines revolucionarios (habiendo apartado la vista ante los crímenes stalinistas, por ejemplo).


Sartre (que con gran mezquindad escribió en su artículo que "este autor [Camus], quien al parecer pudo haber conocido la miseria", sabiendo perfectamente la extracción humilde de su amigo) sacó todo su resentimiento hacia quien le había dado su amistad e introducido en los ambientes intelectuales de la Francia de posguerra; hacia quien se había significado en la lucha antifascista durante la ocupación alemana mientras él vivía en una cómoda tibieza. La verdad nunca es recibida de buen grado por aquéllos a quienes contradice.


Pasados cincuenta años contamos con la suficiente perspectiva para observar la talla (sobre todo ética, la verdaderamente importante) de Sartre y Camus. Tras el 68, la figura de Sartre ha ido diluyéndose; es un personaje importante, pero de un momento concreto y del que cada vez se descubren más sombras. En cambio, la figura de Camus se ha mantenido vigente.


La universalidad de Camus, de la obra de Camus, esta fuera de toda duda. Su posicionamiento ético, sus valores, son hoy en día una luz poderosa, una guía única que seguir en este mundo occidental caído en los peligros de la molicie y el relativismo. Para Camus, la dignidad del ser humano era el pilar irrenunciable sobre el que el individuo y la sociedad debían construirse. Fue un profundo humanista y un hombre en continua interrogación íntima, coherente y honesto consigo mismo y los demás. Camus sabía que el respeto por los demás comienza por el respeto hacia uno mismo, y podría haber suscrito ese verso de José Agustín Goytisolo que dice "tu dignidad es la de todos" (en "Palabras para Julia"). Camus amaba la vida (El revés y el derecho, ensayo primerizo del que dijo que si no volvía a escribir algo así significaría que no había conseguido nada, es un tierno y luminoso canto a la vida) y reflexionó magistralmente acerca de su sentido y el absurdo que rodeaba al hombre en el mundo. El mito de Sísifo, El extranjero (ambas de 1942), La peste, Calígula... demuestran la genialidad de Camus tanto en el ensayo como en la narrativa y el teatro. El estilo que como escritor plasma en sus novelas es exquisito, fresco y dinámico, con un gusto exacto para las descripciones. Muchos pasajes de sus obras son justamente famosos dadas su profundidad reflexiva y su clara y bella expresión. El comienzo de El extranjero, por ejemplo, es inolvidable: "Aujourd'hui, maman est morte. Ou peut-être hier, je ne sais pas" ("Hoy, mamá ha muerto. O tal vez ayer, no sé").


Por todo ello admiro a Camus. Leerlo nos hace mejores.




No hay comentarios: