Homo sum et nihil humanum a me alieno puto

lunes, 26 de mayo de 2008

La piel


La piel (La pelle), de Liliana Cavani, es la adaptación cinematográfica de la novela homónima del novelista italiano Curzio Malaparte, crítico voraz e inconformista redomado, que en esa obra narra sus vivencias como enlace del ejército de liberación italiano con los americanos en el avance de éstos desde el sur de Italia hacia Roma a partir de 1943. Su papel es interpretado por un magnífico Marcello Mastroianni (todos sabéis mi predilección por este actor), que se presenta como un hombre culto, amante de los placeres de la vida y muy perspicaz. Sus contestaciones a la prepotencia o mala educación americanas son finísimas: para quitarse el sombrero.

La película muestra la crudeza de los efectos de la guerra (la pobreza extrema, el hambre, que hacen que las mujeres e incluso los niños napolitanos se prostituyan) y la necedad de los altos mandos. Pero no sólo eso. Lo que hace más interesante esta película (que, por cierto, tiene escenas del más puro estilo esperpéntico felliniano) es que refleja cómo unas personas pertenecientes a una sociedad falta de rumbo, sumida en el caos y la miseria, pueden saber apreciar mejor los goces de la vida que los "vencedores" estadounidenses, provenientes de una sociedad en alza. El personaje del capitán Malaparte (Mastroianni) es el emblema del italiano refinado y cercano al pueblo y a su cotidianeidad, que ha llegado a conocer demasiado bien la naturaleza humana en todas sus facetas: una lucidez amarga, que sobrelleva con humor, como buen hombre mediterráneo. Por el contrario, los personajes principales del grupo de norteamericanos (el joven oficial, la mujer del senador...) no llegan a entender nada: primero se aprovechan de los "placeres" que Nápoles les ofrece, creyéndose dioses, pero luego acaban abominando de la cruda realidad, de los hechos tremendos que ven, sin darse cuenta de que no son mejores que aquéllos a quienes desprecian por intentar sobrevivir a toda costa y que ellos mismos contribuyen a la corrupción de los humildes napolitanos.


Cuando la buena literatura se lleva con corrección al cine, es una delicia. No es que esta película sea magnífica; es buena, sin más. Pero tiene fondo y mueve a la reflexión.

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