Homo sum et nihil humanum a me alieno puto

viernes, 20 de junio de 2008

De la vida


"Preferiría ser el más humilde de los hombres entre los vivos que el príncipe de los muertos". Estas son las amargas palabras que el Pelida Aquiles ("el de los pies ligeros") de dirigía a Odiseo Laertíada ("el fecundo en ardides") cuando éste visitó el Hades en su viaje de regreso a su hogar en Ítaca. Si uno ha leído antes la Ilíada, esa declaración del más valeroso de los aqueos resulta demoledora. Aquiles había preferido en vida morir joven pero ganando la inmortalidad al sobrevivir en la memoria de las generaciones venideras por sus hechos, a tener una larga y pacífica vida, con vástagos, pero sin gloria alguna. Era el paradigma del héroe. Y, sin embargo, una vez muerto se arrepentía de su elección: reconocía al fin que la vida es el don más preciado.

Hoy en día se niega la existencia de Homero y se habla de que la Ilíada y la Odisea son obra de diferentes autores. Por mi parte yo prefiero seguir creyendo que Homero existió, siendo un poeta genial que recogió la tradición oral acerca del ciclo troyano y le dio una forma más definida. No es que me oponga intelectualmente a los filólogos e historiadores que descartan a Homero (no he leído lo suficiente para conocer siquiera sus argumentos); sencillamente me gusta pensar que Homero fue un personaje real.

Hay, además, una teoría que explica el diferente espíritu que late tras uno y otro poema que me complace especialmente. No sé dónde la escuché o leí por vez primera, pero desde entonces la he hecho mía. Si la Ilíada es el canto a los valores agonísticos, planteándose que la finalidad de la vida del hombre/guerrero es lograr la gloria que le garantice no sólo la preeminencia social, sino sobre todo la inmortalidad, la Odisea es el canto a la vida y a los sencillos placeres que en ella se encuentran: el hogar, la tierra propia, la familia, los amigos... Algo que sólo se aprecia tras un largo viaje emprendido con ambiciones que acaban revelándose vanas (aunque el viaje también puede reportar, al mismo tiempo, experiencias y conocimientos valiosos, como magistralmente expuso en sus versos Kavafis). Esta contraposición se explica si interpretamos que la Ilíada es obra de un Homero joven, lleno de ímpetu, deseoso de sobresalir y dejar huella a su alrededor, mientras que la Odisea es obra de un Homero maduro, experimentado, que sabe que pocas y sencillas son las cosas que merecen la pena y que la vida ha de aprovecharse viviéndola en el día a día y no consumiéndola en fútiles empresas. Me encanta imaginar a un Homero mayor reflexionando acerca de la vida, del ser humano, etc.

3 comentarios:

Jorge¡¡¡ dijo...

GRAN COMENTARIO, RUBÉN (o debería decir Julio César)¡¡¡¡


Realmente duras esas palabras de Aquiles en el Hades. No alcanzo a comprender completamente su significado. Frustración, arrepentimiento, humillación,... Quién sabe.

Esa teoría de la contraposición juventud-vejez de Homero para explicar las diferentes mentalidades o espíritus que subyacen en ambos textos es verosímil. Con el tiempo todo el mundo se hace más conservador, más prudente, más pragmático...

Y dudo mucho que jamás nadie vaya a demostrar que Homero nunca existió, o que no es autor de alguna de las obras que se le

Hay un libro, de Fernando Savater, para mi su mejor libro, que viene muy al caso. Igual ya lo conoces, o ya lo leíste. Se llama "La tarea del Héroe". Es un ensayo sobre la ética y el sentido común brillantísimo, premonitorio en muchos casos de lo que va a ser su andadura particular en la vida pública (no recuerdo si el libro es del 1978-80-83...). Savater es un pedazo de intelectual, insobornable, incorrecto, rebelde, independiente...No puedo disimular mi admiración, como ves. Igual que te pasa a ti con Guerra, supongo.

Savater estaría disgustado y decepcionado con el Aquiles del Hades, sin duda. Ese Aquiles representa el fracaso, la desilusión, la rendición. El problema de la heroicidad es el mismo que el problema de la culminación de las utopías: que sólo son aspiraciones inalcanzables, porque una vez alcanzadas provocarían lamentos, decepión y desilusión, porque el ser humano todo lo corrompe, excepto los ideales: lo que hay que hacer es mantener la tensión heroica, la tensión utópica.

Aquiles alcanzó su utopía, y esta se le mostró vana, inútil...¡¡¡¡

Tensión¡¡¡¡

Un saludo¡¡¡

Anónimo dijo...

Gracias, Rubén!
Gracias por atender a mi humilde petición. Y una vez más nuestras conversaciones en el despacho se convierten en grandes post; y éste es antológico! Precisamente lo que ansiaba leer: esas desgarradoras palabras de aquél para el que la inmortalidad de la Fama lo era todo...
¿Qué pensaría nuestro querido Alejandro al leer estos pasajaes homéricos? Sabemos que gustaba de leer y releer la Ilíada, entusiasmando por la figura de Aquiles, con quien se comparaba y a quien emulaba... Pero, ¿qué pensaría ante esta última declaración del Pélida en las mansiones del Hades? Demoledora, desde luego, tendría que ser, para alguien con un semejante póthos, con ese desmesurado deseo de llegar más allá.

Se lo tendremos que preguntar algún día en los Elíseos.

Rubén dijo...

Querido, Teutón:
Esta entrada sobre una de las muchas verdades humanas que encierra la epopeya homérica sabes que está dedicada a ti.
Me he emocionado con tu último apunte: Estás en lo cierto, algún día se lo preguntaremos, juntos, en el Elíseo.
Un abrazo, hetairos Alexándrou!